La práctica de Leo Marz es, más que una actividad artística, un sistema de pensamiento visual expandido. En ella convergen dibujo, escultura, pintura, instalación, video, música, performance e intervención pública, no como medios aislados, sino como superficies porosas desde las que se investiga el tiempo como materia inestable, como interfaz.
Su obra parte de una inquietud persistente: cómo representar un presente donde el cuerpo se ha vuelto fragmento, los objetos circulan sin ser vistos, y las imágenes aparecen y desaparecen antes de entenderse. En ese paisaje saturado, su trabajo no propone una respuesta, sino una interrupción: una pausa cargada de atención. Marz trabaja con capas, cortes, residuos, desvíos. Lo que le interesa es lo que flota: lo que no tiene todavía un nombre claro. Lo que insiste, aun sin encajar.
Más que definirse por una técnica, su práctica responde a una forma de mirar. Una que no intenta organizar ni sintetizar, sino detenerse. Cada decisión material —usar pigmentos reducidos al mínimo, trabajar sobre fondos rojos, dejar que las líneas queden hundidas bajo el peso de la pintura— está ligada a una lógica del tiempo: un tiempo que se deposita, que se pliega, que no avanza, sino que se acumula. Pintar, para Marz, es retrasar. Alejarse de la imagen como reflejo. Transformar la superficie en un campo arqueológico.
Cuando dibuja, a menudo se proyecta doscientos años adelante. Imagina qué gestos del presente sobrevivirán al algoritmo. Qué rastros seguirán siendo legibles. El arte, en ese sentido, no es una producción de sentido, sino una práctica de registro: una arqueología futura que observa el ahora como si ya fuera ruina.
En sus piezas, el cuerpo aparece incompleto —una pierna, un ojo, una mano— no como símbolo, sino como sensor. No busca figuras enteras, sino fragmentos activos. Restos que vibran. No hay centro, solo capas. No hay narrativa, solo interrupciones. El cuerpo que le interesa no es el monumental, sino el que se filtra, el que funciona como interfaz entre el deseo, el archivo y el glitch.
Los objetos tampoco están allí como metáfora. Vienen del comercio digital, de los espacios de trabajo, de lo doméstico. Algunos fueron hechos para sostener algo más: un soporte de cuchara, un tapete para silla de oficina, un bracket de yoga. Marz los reproduce, los suspende, los deja incompletos. Como si esperaran otra imagen que no llega. Como si existieran solo a medias. Son esculturas, pero también placeholders: zonas en espera.
La imagen, en su obra, no siempre aparece. A veces se borra frente a ti. A veces está solo en el borde. Lo que produce no son mensajes, sino zonas sensibles. Espacios que exigen tiempo, que se activan lentamente, que no se dan por resueltos.
En video, como en la serie CHATS, lo íntimo se filtra a través de la ficción, el archivo, la familia. La tecnología no aparece como tema, sino como atmósfera inevitable. No hay nostalgia ni crítica: hay registro. Hay fricción.
A medida que su obra se despliega, Leo Marz ha construido un lenguaje que transforma la imagen en acontecimiento. No algo que se muestra, sino algo que ocurre. Una escultura que ocupa. Una pintura que demora. Un dibujo que observa. Una obra que no busca estar al centro, sino durar. No es la voz del artista la que permanece, sino el susurro de la obra cuando todo lo demás ha callado.
Vive y trabaja en Monterrey.
Leo Marz obtuvo una Maestría en Bellas Artes en Nuevos Medios por el Transart Institute for Creative Research y la Donau Universität en Krems, Austria (2008). Actualmente, es co-representado por Gallery Wendi Norris en Estados Unidos.
Entre sus exposiciones recientes destacan They Stare At You From Billions of Years Ago (MARCO, 2024), Pintura contemporánea en México (Museo Amparo, 2024) y The Ancient Incident (Museo Jumex, 2022). Su obra ha sido exhibida en la Bienal de Yucatán, la Emergency Biennale en Chechenia, el Palazzo delle Arti Napoli, el CCS Hessel Museum of Art (Bard College), el Museo de las Américas (Denver), Steve Turner Contemporary (Los Ángeles), Espacio Arte Contemporáneo (Montevideo), así como en el MAM, el MUCA, el MACG, Casa del Lago UNAM y MARCO. Su trabajo forma parte de la colección permanente de la Fundación M (CDMX).
Ha recibido múltiples distinciones institucionales, entre ellas, apoyos del Sistema Nacional de Creadores de Arte (SNCA), el Programa Jóvenes Creadores del FONCA, la Fundación Jumex, el Programa de Estímulo a la Creación y al Desarrollo Artístico (PECDA) y la tercera edición de Bancomer-MACG Arte Actual.
Además de su práctica artística, Marz ha desarrollado una destacada labor como curador y educador. Ha sido Director del Centro de las Artes de la Universidad de Monterrey (UDEM), profesor en el Centro de Estudios Superiores de Diseño de Monterrey (CEDIM), Director Artístico de Lugar Común y Curador de la XII Bienal FEMSA (todos en Monterrey, México). Ha impartido conferencias en el Museo de Arte de Ciudad Juárez, la reunión anual de la American Association of Museums (2008) y la Peggy Guggenheim Collection (Venecia, Italia), entre otros foros.