Situations Will Continuously Happen (Part 1), de Leo Marz, primera de una serie en dos entregas, ofrece la visión de un mundo posthumano en el que la experiencia del tiempo y del espacio ha sido transformada irreversiblemente por la digitalización.
En este mundo, la sucesión temporal acelerada por el flujo vertiginoso de las imágenes no solo comprime el tiempo, sino que colapsa el espacio: genera una nueva zona de la percepción en la que planos, dimensiones y perspectivas coexisten de manera dislocada.
Estas telas son vislumbres de ese metaespacio en el que ya no existen coordenadas básicas de orientación, como la proporción o el punto de fuga. Nos invitan a penetrar la superficie como umbral de la percepción. Más allá de ese umbral no encontraremos un fondo o una profundidad, sino una vorágine de ángulos, comisuras, recovecos, presencias espectrales: el espacio colapsado en el que coexisten innumerables dimensiones.
Situadas en las antípodas de la composición plástica tradicional, las piezas de Marz se nos presentan como prismas bidimensionales que refractan horizontes infinitos y turbulentos. Ofrecen, en efecto, un regreso a la figuración, pero uno que ocurre después del apocalipsis de la figura humana.
En el imaginario de Leo Marz, la reproducibilidad digital de las imágenes y su flujo desordenado han adquirido una vida propia. Sus entidades se despliegan en medio de las ruinas de un mundo previo —el de los seres humanos—, en las que sobrevivieron algunos principios generadores de la forma: contornos fracturados que devienen en abstracciones, abstracciones que devienen en figuras, formas fracturadas. ¿Están en espera de un nuevo comienzo? ¿Son, tal vez, los anuncios de una nueva civilización?
Mirando estas pinturas es imposible no evocar el Aleph, ese espacio-objeto imaginado por Borges “donde están, sin confundirse, todos los lugares del orbe, visto desde todos los ángulos”. ¿Pero qué forma podría tomar el Aleph en un mundo, como el nuestro, en el que los flujos de información han ocupado el lugar de la tradición, y en el que el tiempo y el espacio convencionales cohabitan y se fusionan con la simultaneidad y el ciberespacio?
El Aleph de Leo Marz es la sensación estética que produce esa tradición-flujo que ya no sucede en un espacio ni transcurre en un tiempo, porque está comprimida en las múltiples dimensiones de una hiperrealidad. Paisajes sobrerreales soñados por el algoritmo, los cuadros de Marz son el viaje por una zona de imágenes-desechos que resucitan como criaturas de otras dimensiones.
En ellos se aparecen incendios, ectoplasmas, exhalaciones; se distinguen formas y objetos como presencias fantasmagóricas, sombras de significación—el registro de una percepción del mundo mediada por una subjetividad maquinal y delirante.
Y aquí y allá: unos pares de ojos flotantes. Miradas que se miran y nos miran mirarlas—los ojos sin rostro de una contemplación desencarnada. Son la conciencia ¿de quién? ¿de qué?
Los cuadros de Leo Marz surgen desde un más allá del tiempo y del espacio, pero habitan en el aquí y ahora de nuestra mirada. Caóticos y desconcertantes, quizás son el indicio de una extraña y convulsa belleza por venir.
-Humberto Beck