En septiembre de 1991, Piero Cannata, un desempleado italiano de 47 años, atacó el David de Miguel Ángel de forma intempestiva con un martillo que escondía entre sus ropas, fracturando el digitus secundus pedis izquierdo de la que es –presuntamente– la estatua más reconocible del mundo. El hombre alegó que este acto había sido cometido por mandato de una noble veneciana del siglo XVI, cuyo nombre exacto se desconoce, y que posó para el pintor renacentista Paolo Veronese en La Bella Nani.
Más allá de la particularidad que supone la intervención paranormal de un espíritu iconoclasta, este episodio está lejos de constituir un evento aislado. Forma parte de una serie de incidentes en distintos momentos históricos a nivel global, donde individuos o grupos atacan impredeciblemente toda suerte de objetos que cumplen funciones ideológicas definidas. Estos no representan actos de fe, sino gestos disidentes para manifestar desacuerdo en contra de la norma, ya sea estética, política, religiosa, económica o social, e incluso buscando la instauración de un estándar opuesto.
Un barbarismo implica, por acuerdo tácito, una desviación. Sin embargo, lo que en cierto contexto puede significar un vicio o una incorrección, en otro ofrece una posibilidad abierta, una latencia. Convivimos cotidianamente con la espectacularización del cataclismo como si el fin del mundo sólo fuera uno e idéntico para todxs. Barbarismos no se centra en los planes de una revolución para un futuro enaltecido; revela a la fricción como un indicio fehaciente de la multiplicidad de pensamientos que cohabitan en reacción y a pesar del inminente colapso planetario. Lo sublime se ha fragmentado de forma irreparable y en este escenario entrópico, no es acaso relevante.
Lxs trece artistas presentes en esta exhibición reivindican la legitimidad del desequilibrio y la incertidumbre. Aluden a mundos subjetivos que, aunque dispares entre sí, existen en una conversación tan caótica como mínima, desafiando la homogeneización de un entorno que encuentra en la repetición un perezoso leitmotiv. Esta exposición propone una narrativa coral a través de temas tan apremiantes como migración, salud mental, crisis ambiental, violencias estructurales y las identidades líquidas en una era cansada. Este grupo intergeneracional de artistas despliega así una serie de estrategias para un colapso controlado: la nueva institucionalización del derrumbe, donde todxs somos poetas fallidxs.