A pesar de que el icónico emblema del yugo y el haz de flechas se retomó de manera profusa por la Falange española, este símbolo tiene una larga historia que llega incluso a la época en que los Reyes Católicos aún dominaban la península ibérica, alrededor del año 1500 de la era común. Se puede apreciar hoy en día en construcciones arquitectónicas de la época, como bajorrelieves en fachadas y en algunas otras instancias de gran importancia económica o religiosa. Adoptado en 1933 por Primo de Rivera y sus secuaces para convertirse posteriormente en el escudo oficial de España durante el régimen franquista, esta interpretación de elementos del centenario escudo real de Fernando de Aragón e Isabel de Castilla pretendía establecer un puente simbólico con el mito fundacional de España, su pasado glorioso y el momento fervoroso que atravesaban las ideologías nacionalistas de la primera mitad del siglo XX.
La conjunción de las flechas, en representación de la guerra, y el yugo como la labor agraria, fueron sólo uno de los tantos constructos improbables a través de los cuales el fascismo europeo proyectó una visión retorcida del futuro que resurge cíclicamente aún en nuestros días y se expresa a través de formas cada vez más dispares, violentas e insospechadas.
La moneda de 25 céntimos de 1937 fue una moneda de guerra acuñada por Franco, con una tirada de 60 millones de ejemplares que buscaba dejar constancia histórica de su ascenso triunfal al poder. Dado el estado del territorio español, después del sangriento conflicto civil, la acuñación de esta moneda era imposible de llevar a cabo en su propio país, por lo que este proceso se ejecutó por la empresa alemana Berndorf Metallwarenfbrik y la Casa de Moneda de Viena, ya bajo control de III Reich. Sobreviven ejemplares sin perforación central o con acuñación desplazada, pero son muy escasos, alcanzando cotizaciones altas en el circuito de coleccionismo numismático internacional.
Los dos ejemplares presentes en esta fotografía fueron un regalo personal de parte de Antonio de la Rosa, artista contemporáneo español aguerrido como pocos y quien, según recuerdo, me comentó que ambas monedas habían estado en su familia hasta el momento en que pasaron a mí en su departamento de la calle Lanuza, en Madrid.
No lo tengo muy claro, pero seguramente después de ello bebimos hasta el amanecer, avanzando a trompicones en un profundo estupor etílico en la misma ciudad en que la Fundación Francisco Franco, aún hoy en día, busca difundir la memoria del dictador epónimo, exhumado del Valle de los Caídos en 2019 y enterrado de nuevo en un cementerio municipal de la capital española.