La pólvora negra se inventó en China, presumiblemente alrededor del siglo IX, aunque no hay una certeza acerca de esta datación. La primera fórmula detallada de la que se tiene registro comprobable es del siglo XI; su antiquísimo origen, aunado al papel instrumental que jugó en el desarrollo del campo militar, la coloca a la vanguardia de los inventos humanos que sin duda cambiaron el rumbo de la historia.
Es, principalmente, una mezcla de nitrato de potasio, carbón y azufre que en sus orígenes fue sintetizada de forma accidental por monjes taoístas buscando una pócima para la inmortalidad. En la actualidad, se utiliza como agente propulsor para proyectiles en armas de fuego y como uno de los componentes principales en mezclas pirotécnicas. Su uso y comercialización en México está regulada de manera sumamente restrictiva por la Secretaría de la Defensa Nacional a través de su Dirección General del Registro Federal de Armas de Fuego y Control de Explosivos.
A pesar de ello, los accidentes por falta de precaución o condiciones deficientes en su manejo y almacenamiento son frecuentes. En Tultepec, población cercana a la Ciudad de México célebre por su tradición pirotécnica, se ha registrado un estallido cada cuatro meses en promedio desde 1998, fecha en que una explosión en una fábrica clandestina de cohetes causó 10 decesos, 50 lesionados y daños considerables en 180 inmuebles de la localidad.
Este frasco contiene aproximadamente 600 gramos de pólvora negra, el sobrante de un par de kilos adquirida de manera furtiva en el Estado de México. El resto del material se utilizó en su momento para producir fotografías, videos y pequeñas esculturas, lo cual permanece inédito en su mayoría.