¿Qué sucede con una vida después de que desaparece? El ser humano constantemente se obsesiona con la idea de la memoria que sobrevive después del advenimiento de su propia muerte.
Pero para el Estado, cuya legitimidad de poder logra que su voz se levante por encima de la del resto de la población en un territorio determinado, la memoria se ejercita de manera distinta. Se sobrepone. Asfixia la tierra con monumentos huecos. Y las ideas que los respaldan no siempre reflejan una verdad objetiva, sino que se convierte en una idea que se desea preservar. Sin embargo, esta es la idea que perdura, que se resiste a la muerte.
Pero existe la resistencia a esta doctrina. Justamente porque la primera dificultad para el Estado es que a cada uno de nosotros nos cuesta trabajo identificarnos con él. Incluso se pretende apropiarse de él. Porque nos apropiamos de nuestras experiencias al construir representaciones de las mismas, incluso si esto es encima de lo anterior, como los españoles hicieron al erigir catedrales encima de los centros ceremoniales precolombinos.
En teoría, los monumentos expresan experiencias colectivas, heredadas a lo largo de generaciones. Pero estas experiencias van cambiando, los códigos y significados no son estáticos y cada generación tiene el derecho de apropiarse de un espacio o un objeto, creando nuevos significados que representan sus propias experiencias. También se procura dejar marca de esta experiencia para la siguiente generación. “Para que no se olvide”. La memoria colectiva se encuentra en un permanente estado de evolución.
Si un monumento erigido por el Estado pretende poner en acción la memoria oficial, y hay un grupo disidente que pretende romper con la memoria en cuestión, es lógico que se vaya exactamente en contra de aquello que lo representa: la comunicación de una idea es el deseo primordial de un monumento. Pero no caigamos en el error común, en la falacia de pensar que solamente en grandes monumentos, estatuas, museos o plazas públicas es que se transmiten las ideas que se pretende transmitir por largos períodos de tiempo. Las ideas oficiales y emergentes también se pueden transmitir a través del uso simbólico de objetos cotidianos o inusuales.
El ángel de la independencia fue construido para representar, simbolizar y recordar la independencia. Pero Primo Levy nos enseña que la memoria está para contarnos de lo que es capaz el hombre. Pongamos énfasis en el género detrás de esta afirmación, porque eso es justamente lo que nos quiere hacer recordar el ángel de la independencia. No el que se levantó en 1910, sino el que cambió para siempre después de una manifestación de mujeres en agosto de 2019. Imperativo es que no olvidemos todas esas vidas borradas por lo tóxico de la praxis patriarcal, y que exista un monumento para exigir un la resistencia a la misma.