Esta es la historia de una dentadura postiza.
Un hombre camina por la calle en medio de una violenta protesta en donde civiles se enfrentan a una barricada de policías con piedras y bombas molotov. Está cansado de la situación, que parece empeorar mientras más se acerca al centro de la ciudad. Se queja en voz alta, más por la inconveniencia de tener que cambiar su ruta habitual que por los abusos que se cometen en el espacio público. Entra a una panadería y le dice al panadero que le dé algo para olvidar lo que pasa al exterior del local. El panadero prepara su orden y le acerca una bolsa de papel. Su pedido va por cuenta de la casa. El hombre sale satisfecho de la panadería, dispuesto a disfrutar un momento de dulce indulgencia en medio del caos. Abre la boca con ímpetu y da la primera mordida, sólida y firme, encontrándose con la pieza de pan más dura que ha probado. Sus dientes no resisten la solidez del bollo y caen como migajas sobre el pavimento. Dentro de la bolsa de papel, una roca color café rojizo se desmorona, pero no se rompe. El hombre recoge las piezas de su dentadura, voltea la mirada hacia la panadería y lee el letrero que anuncia el nombre del negocio, iluminándose por sílabas: CA-NA-NE-A. Con su sonrisa chimuela, el hombre ha olvidado por completo las protestas. Ahora tiene que hacer una cita con el odontólogo.