El concepto de nacionalismo está arraigado en el mito fundacional de todos los Estados-nación. Parece que, aún el día de hoy, la identidad cultural se ancla en el orgullo que uno siente por haber nacido, crecido o muerto en determinado territorio políticamente delimitado. Y lo vemos una y otra vez en las palabras secas a través de micrófonos de políticos despeinados, ya sean de izquierda o de derecha, si es que eso significa algo todavía.
Un fragmento quemado de una bandera representa esas palabras secas y huecas. Desde una añoranza por la grandeza racista de Estados Unidos representada en Trump, hasta el truncado deseo independentista catalán, a la nostalgia del triunfo liberal de Juárez emulado por López Obrador…
A los miembros de la sociedad civil parece que solamente nos tocan fragmentos de aquello que realmente planean con nuestro futuro.